domingo, 20 de mayo de 2007

Te recuerdo


A veces, de repente, te recuerdo.
Te apareces de improviso, hombre perdido en el remolino de los tiempos, tal como eras entonces, cuando yo te amaba. Las imágenes me invaden, me poseen, me dominan, con una fuerza dolorosa y despiadada.
Te apareces tú.
Aparece tu rostro, con aquella expresión mezcla de desconfianza y de ternura con que me estudiabas mientras te confiaba mis pesares.
Tu frente, donde un intrincado dibujo de tiempos, de preocupaciones y de penas se asentaba sin resistencia alguna.
Tus ojos, en los que la obstinada decisión de mostrar una dureza inexistente sucumbía ante la audacia de aquel amor tardío que te negabas a aceptar como parte real del bagaje de tu vida.
Tus labios, luchando por negarse a la búsqueda del beso, a la entrega de las palabras de cariño que temías como un lazo corredizo apretado a tu cuello.
Tu cuerpo amado. Tu cuerpo deseado en abrazos tantas veces contenidos, controlados, dominados por la férrea decisión de esperar la llegada de tus tiempos, esos tiempos que nunca pudieron emparejarse con los míos, esos tiempos devenidos en esperanzas defraudadas, abortadas, diluidas en el paso de los días, las semanas y los meses, incineradas en medio del fuego de una pasión que no pudo ser apagada por tus besos.
Tu voz, llega también. Tu voz como un vino caliente y turbio, embriagadoramente fuerte, llenándome los poros, ingresando al torrente de mi sangre encendida por el deseo de sentirte mío, de compartir tu mundo, de saberte compañero final de este sendero sin retorno que es la vida.
Pero no pudo ser. No lo quisiste. Te negaste a pronunciar las palabras adecuadas. Te negaste a aceptarme, a reconocerme, a involucrarme en tu universo. Y entonces me forzaste a decir una sola, simple, trágica, terrible, dolorosa, imponente palabra que barrió como un huracán las vacilantes ilusiones que aun se empecinaban en conservar su espacio entre nosotros. Dije "adiós".
El tiempo se fue extendiendo como un desierto de límites infinitos, tu imagen se fue diluyendo, volatilizando, evaporando, convirtiéndose en pasado. Transformándose en fantasma. Ese fantasma que regresa sin aviso previo, furtiva y silenciosamente, cuando menos lo espero.
Es así de simple.
A veces, de repente, te recuerdo. Y corroboro, una vez más, que el único amor que se mantiene incólume a través de los tiempos es el que no pudo consumarse.
Las lágrimas aún mojan mi rostro al evocarte. Y pronuncio tu nombre en voz muy baja, quedamente, como un rezo, para que nadie pueda descubrir quién fuiste.***















No hay comentarios: