lunes, 28 de mayo de 2007

Te extraño, te pienso, te amo


Te escribo esta carta que nunca leerás y lo hago tal vez por eso: porque pienso que nunca la leerás.
En esta tarde gris, húmeda y pesada, te extraño. Sé que estás cerca, apenas a unas cuadras de distancia, apenas al alcance de un llamado telefónico, apenas del otro lado de esta pantalla que podría unirnos como un hilo invisible si ocurriera que al mismo tiempo que yo lo hago, te dispusieras a leer esos mensajes que en vano te envío, sin tener respuesta alguna.
Te pienso. Te imagino trabajando, con el ceño fruncido, concentrado en alguno de tus proyectos, aislado del mundo real donde los sentimientos podrían perturbarte. Porque yo sé que usas tu trabajo como un defensa, como una muralla protectora detrás de la cual puedes esconderte, sintiéndote momentáneamente protegido.
Porque a veces, también el amor puede convertirse en un peligro. Cuando llega tarde, cuando llega a destiempo, cuando llega cuando ya pensábamos que no había lugar más que para la resignación, los recuerdos y las nostalgias.
Tarde. Pero, ¿quién decide cuándo es tarde para vestirse nuevamente de sueños? ¿Quién decide cuándo es tarde para mirar con ternura, para sentir ansiedad de besos, impulsos de locura?
Las preguntas tienen respuestas escondidas, que los dos podemos descifrar. Las respuestas podrían ser el lazo que nos una, aunque parezca tarde para algunos, absurdo para otros e incomprensible para los demás.
Mientras tanto, seguirás buscando refugio en tu trabajo. Y yo, en mi novela inconclusa, un cuento breve, un poema que llama a la esperanza.

No hay comentarios: