viernes, 25 de mayo de 2007

El nacimiento de los sueños


Querida amiga:

Quiero contarte lo que pienso de los sueños, ahora que me has contado los tuyos, estos nuevos y maravillosos sueños que han empezado a enriquecer tu vida.


Los sueños son criaturas vivientes, imprescindibles para dar sentido a nuestra existencia.
Los sueños no necesitan largo tiempo de gestación, pero a veces pueden encontrarse en forma de embrión, escondidos en algún recóndito espacio del alma humana.
Aún así, los sueños no pueden ser detectados mediante ecografías, ni descubrirse con tomografías computadas ni resonancias magnéticas.
El nacimiento de los sueños llega de improviso y es indoloro y dichoso, aunque no se sabe muy bien cómo se origina. Algunas veces, es por el contacto de una mano en la espalda, por un intercambio de miradas, por una voz que despierta sensaciones especiales. O por la emoción causada por un paisaje. O ante el desafío de enfrentar una nueva experiencia, de conocer nuevos mundos o abrirse caminos diferentes.
Al contrario de los seres humanos, los sueños siempre nacen fuertes y autosuficientes; pero con el transcurso del tiempo pueden comenzar a debilitarse, perdiendo energías y vitalidad hasta desdibujarse y disolverse en la nada.
Por eso, cuando sentimos que un sueño nuevo ha llegado a nuestro mundo, debemos aprender a cuidarlo y protegerlo. Debemos alimentarlo, nutrirlo, acariciarlo, mimarlo, fortalecerlo, llevarlo con nosotros permanentemente. No debemos abandonarlo un solo minuto, ni hacerlo a un lado por conveniencia, ni ceder su espacio por ningún motivo.
Además, debemos asegurarnos de seguir creciendo con ese sueño, porque él será nuestro mejor escudo para vencer dificultades, para superar las pruebas y para sobrevivir a las decepciones de la vida.
Y ante todo, siempre, debemos celebrar el nacimiento de un sueño, con entusiasmo, con auténtico regocijo y con mucho amor.

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