miércoles, 13 de junio de 2007

Despedida


Me voy. Me voy por el mismo camino por el que llegué un día, con un año más de vida, un poco más cansada, algunas ilusiones menos y mucha tristeza.
Me voy. Me voy sintiendo que no hice lo suficiente, pero al menos por un tiempo puse lo mejor de mí para lograr que mis sueños se hicieran realidad. Estos sueños trasnochados, fantasiosos, quiméricos y hermosos, que enarbolé orgullosa e inútilmente durante tanto tiempo...
(Pero los sueños no siempre se hacen realidad. Los sueños son criaturas vivientes, que se gestan lentamente en nuestras entrañas y un día nacen sin saber si su vida será breve o extensa. Y, sobre todo, sin tener certeza de que pueden convertirse en realidad)
Me voy. Me voy despacito, pisando estas hojas de otoño que para algunos son bellas y para otros, no representan más que un trabajo añadido a las tareas cotidianas. Hojas que fueron vida, protección y amparo, y hoy se han convertido en alfombra crujiente bajo los pies del caminante.
(Caen las hojas, siguiendo el destino ineludible que les ha fijado la naturaleza, y los árboles extienden sus ramas desnudas como brazos suplicando una nueva vestidura. Que llegará, sin duda alguna, respondiendo al mismo destino, con el nacimiento de la primavera)
Me voy. Acepto que la vida me ha brindado un nuevo desencanto. Que la pena ha vuelto a convertirse en una compañera fiel y solitaria. Que los meses perdidos en la espera me han dejado un hueco en el alma, un hueco que ignoro cuándo volveré a llenar.
(Porque dicen que todos los espacios vacíos terminan siendo ocupados nuevamente, y los sueños frustrados siempre se reemplazan por otros que podemos generar. Tal vez a mí me ocurra lo mismo, alguna vez...)
Me voy. Me voy sin decir adiós, fingiendo una sonrisa y sin palabras. Simplemente mirándote a través de las lágrimas que siempre, obstinadas y celosas, se empecinan en acompañarme.
Me voy. Me voy pensando qué fácil hubiera sido retenerme, con solo extender la mano a tiempo. Si solo te hubieras atrevido a terminar con la complicidad de ese silencio obstinado, solemne, cobarde, mentiroso, que siempre compartimos. Si tan solo una vez te hubieras atrevido a buscar la libertad que se esconde detrás de nuestras verdades interiores y profundas.
(Pero la libertad es un desafío imponente y a veces elegimos el espacio acotado y reducido que nos ofrece el mundo real. Y entonces, matar los sueños se convierte en un pecado menor que ni siquiera se castiga con la cárcel)
Me voy. Me voy como un día llegué, sincera y adornada por el rubor de este amor escondido, profundo e inalterable. Me llevo conmigo esas palabras nunca pronunciadas y las caricias perdidas.
Solamente eso quería decirte: que me voy.*

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